Miriam Soto González, se define como una mujer trabajadora y aunque no nos lo hubiese dicho, calculo que en menos de 15 minutos ya nos habríamos dado cuenta. Faltan unos minutos para las 7 de la mañana y ella ya ha horneado varias bandejas de pan en su amasandería.
En la entrada de su negocio, donde otrora hubo un patio y un portón, un grupo de parroquianos capea el frío de la primavera sanantonina con un café o té que los dueños de casa venden, pero lo que se roba todas las miradas y los motiva a hacer la cola que a ratos se forma es el producto estrella: el pan amasado.

El local funciona en la planta baja de su casa habitación, donde a excepción de un comedor pequeño, todo el resto funciona en torno a la producción de pan, empanadas de pino, chaparritas y sopaipillas.
El lugar está ubicado en una céntrica esquina de su población y además del boca a boca solo el tentador olor a pan recién horneado oficia como publicidad y no hay duda de que ambos han sido elementos de difusión efectivos, pues desde primera hora de la mañana, Miriam y su esposo atienden a vecinos, choferes de colectivo, trabajadores portuarios y varios que llegan a las alturas de Los Llanos de Bellavista solo para degustar sus espectaculares creaciones.

Si bien es cierto, ella siempre ha cocinado, jamás pensó que sería independiente, pues esto se dio casi por casualidad, “un día estaba haciendo pan para mi gente y llegó un chofer de locomoción colectiva a preguntarme si podía venderle un par de panes. Yo accedí sin pensar en que volvería al otro día y al subsiguiente”, nos cuenta entre risas.
De esta manera, el dato que se vendían panes recién horneados corrió como reguero de pólvora y a los pocos días la esquina ya se había transformado en una parada obligada para los amantes del producto.

Por esto mismo, fue cuestión de tiempo que el pan pudiera pedirse con un té para acompañarlo y misma cosa ocurría con quesos y embutidos con el que este humilde pan amasado ya se transformaba en el protagonista de un suculento desayuno.
Hace 15 minutos que el reloj marcó las 8 y ahora el entorno del local es una torre de babel; feriantes, transportistas, jóvenes, vecinos y hasta un par de uniformados hacen fila para comenzar la jornada con esos panes que Miriam comenzó a amasar 3 horas antes. Pese a la mañana sin un solo rayo de sol, el ambiente es alegre y se nota que la mayoría es cliente frecuente de la popular amasandería. Fue este mismo club de sibaritas – carente de membresía – que bautizó el local con el nombre de su Musa gastronómica; había nacido el local “Dónde la Tía Miriam”.
Mientras los entusiastas autoconvocados aún toman desayuno, el interior de la amasandería ebulle de actividad, en su interior ahora son 3 mujeres las que ponen en producción el próximo producto de la jornada: las empanadas de pino. Nosotros hicimos una pausa para comprobar si el pan era tan bueno como se veía – y olía – por lo que tomamos un chuchillo y tras partirlo, esparcimos mantequilla sobre la superficie aún humeante.

Tras unos breves segundos, el producto no era más que una mancha amarillenta sobre el pan y con esta señal inequívoca que había llegado el momento de probarlo y el resultado es simplemente magnífico: la amasandería de “Dónde la Tía Miriam” es un lugar que hay que conocer en San Antonio.